Me
pongo a escribir estas líneas debido a un deseo incontrolado de hacer patente
lo que acaece en espacios como, en este caso, un bufete de abogados, donde
conviven diversas personas vocacionalmente inmersas en solucionar los problemas
de aquellos que depositan toda su confianza en el bufete.
Son
muchas las horas de convivencia, son muchas las horas de esforzarse con denuedo
en buscar soluciones. Son muchas las horas de alegría y en casos tristeza. Son
muchas las horas de esfuerzo diario en, como decía el poeta Machado, hacer
camino al andar para abrir horizontes, a fin de conseguir que al impartir
justicia se haga lo justo, y que la razón sea la fuerza de la ley.
Y todas
esas horas hacen que imperceptiblemente se vayan construyendo lazos de amistad
y compañerismo, no exentos en ocasiones de diferencias de criterio o no
aceptación de lo que dice el otro, ya que una actividad como el ejercicio de la
abogacía forma parte sustancial en su esencia de fórmulas ajenas a criterios
matemáticos en los que la interpretación tiene cabida.
No
obstante, una auténtica amistad y compañerismo no es ajena a un espíritu
crítico, ya que lo contrario sería dar la razón por darla al titular del
despacho, y eso tiene un nombre en el argot popular palmero. Por cierto, y hablando
de palmeros y a sensu contrario de su significado, vivo con frecuencia esta
situación que ennoblece a la joven persona que la mantiene con dignidad y a la
que auguro grandes éxitos.
Por eso
considero que en esta otra familia, los parámetros en que se desarrolla
metafóricamente hablando, deben ser similares a la original.
Soy de
la opinión, y considero debe ponerse en práctica, que la heterogeneidad de las
personas que día a día conviven en el mismo espacio se fortalece siempre y
cuando impere la profesionalidad y respeto mutuo, con una carga de humanidad
que sea la guía de actuación.
Esta
actuación tiene sentido siempre que esté plena de ilusión, ilusión que si
desaparece, hace que el abogado se convierta en un funcionario que cumple
rutinariamente con su obligación condicionado por un horario. No teniendo otro
incentivo, en la mayoría de los casos, que percibir al final de mes unos
emolumentos, haga lo que haga y resuelva lo que resuelva.
Por
ello, en un mundo donde cada día los avances tecnológicos hacen que se
faciliten las cosas en lo material, sin embargo la relación personal va
decayendo a niveles altamente preocupantes. Para evitar que se produzca esta
situación, considero es necesario contrarrestar esta tendencia, cultivando
dicha relación interna y proyectándola emocionalmente hacia quienes confían sus
problemas a corazón abierto en el bufete de abogados.
Un
bufete de abogados está compuesto, ante todo y sobre todo, por hombres y
mujeres en un plano absoluto de igualdad, cuya única diferencia es el rol que
ha tocado interpretar en el escenario donde se integran. Cada uno toca un
instrumento diferente, esforzándose en que no desafine y cuyo director, por muy
excelente que sea fracasará si no logra una armonía entre todos sus
componentes.
Director
cuya autoridad debe procurar sea reconocida, no por la jerarquía que ostenta,
sino por la que dimana de su actitud moral. Sin autoridad moral se harán las
cosas por imposición, no por convicción y motivación.
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