sábado, 9 de noviembre de 2019

REFLEXIONES INTIMISTAS | La otra familia

Me pongo a escribir estas líneas debido a un deseo incontrolado de hacer patente lo que acaece en espacios como, en este caso, un bufete de abogados, donde conviven diversas personas vocacionalmente inmersas en solucionar los problemas de aquellos que depositan toda su confianza en el bufete.

Son muchas las horas de convivencia, son muchas las horas de esforzarse con denuedo en buscar soluciones. Son muchas las horas de alegría y en casos tristeza. Son muchas las horas de esfuerzo diario en, como decía el poeta Machado, hacer camino al andar para abrir horizontes, a fin de conseguir que al impartir justicia se haga lo justo, y que la razón sea la fuerza de la ley.

Y todas esas horas hacen que imperceptiblemente se vayan construyendo lazos de amistad y compañerismo, no exentos en ocasiones de diferencias de criterio o no aceptación de lo que dice el otro, ya que una actividad como el ejercicio de la abogacía forma parte sustancial en su esencia de fórmulas ajenas a criterios matemáticos en los que la interpretación tiene cabida.

No obstante, una auténtica amistad y compañerismo no es ajena a un espíritu crítico, ya que lo contrario sería dar la razón por darla al titular del despacho, y eso tiene un nombre en el argot popular palmero. Por cierto, y hablando de palmeros y a sensu contrario de su significado, vivo con frecuencia esta situación que ennoblece a la joven persona que la mantiene con dignidad y a la que auguro grandes éxitos.

Por eso considero que en esta otra familia, los parámetros en que se desarrolla metafóricamente hablando, deben ser similares a la original.

Soy de la opinión, y considero debe ponerse en práctica, que la heterogeneidad de las personas que día a día conviven en el mismo espacio se fortalece siempre y cuando impere la profesionalidad y respeto mutuo, con una carga de humanidad que sea la guía de actuación.

Esta actuación tiene sentido siempre que esté plena de ilusión, ilusión que si desaparece, hace que el abogado se convierta en un funcionario que cumple rutinariamente con su obligación condicionado por un horario. No teniendo otro incentivo, en la mayoría de los casos, que percibir al final de mes unos emolumentos, haga lo que haga y resuelva lo que resuelva.

Por ello, en un mundo donde cada día los avances tecnológicos hacen que se faciliten las cosas en lo material, sin embargo la relación personal va decayendo a niveles altamente preocupantes. Para evitar que se produzca esta situación, considero es necesario contrarrestar esta tendencia, cultivando dicha relación interna y proyectándola emocionalmente hacia quienes confían sus problemas a corazón abierto en el bufete de abogados.

Un bufete de abogados está compuesto, ante todo y sobre todo, por hombres y mujeres en un plano absoluto de igualdad, cuya única diferencia es el rol que ha tocado interpretar en el escenario donde se integran. Cada uno toca un instrumento diferente, esforzándose en que no desafine y cuyo director, por muy excelente que sea fracasará si no logra una armonía entre todos sus componentes.

Director cuya autoridad debe procurar sea reconocida, no por la jerarquía que ostenta, sino por la que dimana de su actitud moral. Sin autoridad moral se harán las cosas por imposición, no por convicción y motivación.

FDO. José Luis Langa González – Abogado y presidente de la PCALC

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